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miércoles, 12 de agosto de 2020

Contradicción fructífera


Bienvenidos a mi blog. Puede que las entradas parezcan algo caóticas, pero es que mi propia cabeza es contradicción.
La contradicción es la raíz de todo movimiento y de toda manifestación vital. – G.W.F. Hegel.
 Me encanta la ciencia y el progreso, pero me apasionan la pequeña historia, los refranes y la etimología, y he hecho el árbol genealógico de la familia; no creo que exista Dios, pero estudio las religiones, tengo amigos curas y voy a las procesiones de mi pueblo; soy progresista e internacional, pero me encantan las tradiciones de mi tierra. Defiendo los derechos de los hombres y los animales, tengo cuatro gatos y dos perros, y me gustan los toros. No soy de izquierdas ni de derechas, y creo que los principios están bien… para empezar.

Soy partidario de salir de la zona de comodidad, de viajar, de aprender, de aceptar el cambio aun cuando no lo hayas buscado, y buscarlo si tarda mucho en llegar. Una crisis es siempre una oportunidad, si sabes quedarte con lo que merece la pena y construir sobre ello. Soy un optimista incorregible, convencido de que prudencia no significa miedo.

El miedo no impide la muerte, impide la vida - Naguib Mahfuz

Como veis por las etiquetas, tan pronto hablaré de cine como de política, de psicología, de música, de religión o de historia o hasta de ciencia (o de ciencia-ficción), aunque reconozco que soy, por formación e inclinación, más de letras que de números. Procuraré elegir temas y tratamientos sugestivos, provocadores y originales, sin caer en el sensacionalismo ni la pseudo-ciencia. Y hasta puede que se cuele alguna poesía.

No creo que este sea un valle de lágrimas, ni que haya que esperar a que otros te den la recompensa por tus sacrificios. Estamos aquí para ser y hacer felices y cada día es una naranja que debemos exprimir.
  
Carpe diem, quam minimum credula postero – (Aprovecha el momento, no confíes en el mañana) –Quinto Horacio.

 La felicidad hay que buscarla, cada día y en cada detalle. ¿Problemas? Un problema se llama así porque tiene solución; si no la tiene, es un hecho, no un problema. 

Un problema deja de serlo si no tiene solución – Eduardo Mendoza.
 Vistos así, los problemas se convierten en retos, y los retos te hacen crecer. Y crecer es lo que hemos venido a hacer, desde que nacemos hasta que morimos. Esto es lo que la vida me ha enseñado, aunque sigo dispuesto a aprender, aprender siempre. Porque, como dijo un tal Jesús de Nazaret, la verdad nos hace libres, y la libertad es lo que permite vivir más plenamente. Siempre que se tenga en cuenta que, fuera de la física matemática, no hay verdades axiomáticas, sino percepciones preñadas de prejuicios y emociones y cada una de ellas es la verdad para el que la enuncia. 

Es absolutamente imposible encarar problema humano alguno con una mente carente de prejuicios – Simone de Beauvoir.
Y como el hombre es ser social, y necesita a los demás para ser feliz, es prudente aceptar a cada uno como es y no pedir peras al olmo. Además, escuchando se aprende más.

Si queréis saber más cosas de mí, o ver en qué nos parecemos, consultad 50 cosas sobre mí. 

lunes, 21 de diciembre de 2015

Ha empezado la segunda transición... ¿y ahora qué?

Ayer, según iban saliendo los resultados del escrutinio de los votos, mi hija, que acababa de votar en unas generales por primera vez, me llamó para decirme: "qué desastre, papá" ¿y ahora qué va a pasar? Le contesté que, como optimista irreductible y demócrata convencido que soy, un parlamento abierto tiene que ser una buena noticia. Vamos por partes, como diría Jack el destripador.

 Concedido, el bipartidismo está tocado, pero no muerto. Aún conserva la mitad de los votos y, con ayuda de la injusta ley electoral, los convierte en casi dos terceras partes del congreso.Los partidos emergentes han eso, emergido, y están para quedarse. Y para obligar a los dos de siempre a dejar de ser los de siempre y elevarse de la pelea de barro al ágora de los estadistas.

Ciudadanos ha sacado mucho menos de lo que las encuestas le auguraban hace apenas un mes. Pero ahí está, con 40 diputados en Madrid que le aseguran que cualquier reforma tenga que hacerse, si no con su aprobación, sí teniendo en cuenta lo que tenga que decir. Y el sentido común, cuando se escucha, tiene mucho más poder del que hace pensar el número de escaños.

Si no, que se lo pregunten a Rosa Díez, lo que consiguió con un solo escaño.Ayer UPyD ha salido del hemiciclo, pero su herencia queda. Sin su labor desde 2008, ni la sociedad española ni la política serían lo que son ahora. Fueron quienes pidieron que el Estado tuviera presencia en los consejos de los bancos rescatados, quienes exigieron la ley de transparencia, quienes denuciaron Bankia, quienes obligaron a PP y a PSOE a declarar en una votación en el Congreso que el "derecho a decidir" de los territorios es una falacia, que la soberanía nacional reside en todos los españoles. Todo eso, y más, hay que reconocérselo. Yo, que siempre apoyé su fusión con C's, considero injusto lo que les ha pasado.

Podemos ha tenido un magnífico resultado, y hay que felicitarles. Lo han conseguido con la sonrisa amable, no con el ceño del indignado. Podemos solo, sin las coaliciones, tiene 42 escaños, no 69. Está por ver si Iglesias tiene suficiente liderazgo para hacer valer los 69 diputados en las cuestiones fundamentales. Lo que está claro es que no podrá imponer recetas bolivarianas ni leninistas. Tendrá que ser el paladín del diálogo y del pacto, incluso dentro de su propio grupo parlamentario, y ello exige decir cosas coherentes y con sentido. Va a asumir el papel de defensa del débil frente al sistema y la oligarquía, del Robin Hood que denuncia los abusos de los fuertes, y lo va a hacer con eficacia. Eso no puede ser malo.

El PSOE se va a ver obligado a recuperar su esencia de partido de Estado, y a dejarse de veleidades progres a lo ZP, de gestos para la galería, si quiere seguir aspirando a gobernar alguna vez. Desde luego, no creo que cometa la torpeza de intentar liderar una mayoría minoritaria de izquierdas, sólo para "evitar que siga gobernando la derechona, el indecente de Rajoy". Y no lo creo por dos razones: la primera, interna, porque ni Susana Díaz ni Felipe González, ni Guillermo Fernández Vara, le van a dejar que lleve al partido al suicidio, que ya saben a qué conducen las aventuras buenistas de manos de radicales; la segunda, porque un gobierno de coalición de izquierdas sería un gobierno de soflamas populistas imposibles de llevar a la práctica, de promesas imposibles de cumplir. Y no lo digo por decir; es que el PP ha sacado mayoría absoluta en el Senado, con lo que cualquier iniciativa que no tenga sentido económico, cualquier ocurrencia de esas para quedar bien, se va a estrellar indefectiblemente en muro del Senado, y eso generaría mucha frustración y traería muy pocos réditos al partido.

El PP ha aprendido por las malas que no basta con hacer las cosas bien desde el punto de vista económico. Los españoles ya no somos niños que necesiten alguien que nos dirija sin consultarnos, aunque nos lleven a buen puerto. Queremos que se nos escuche, que se nos trate como a adultos que somos. Queremos participar. Y, aunque a regañadientes, Rajoy cederá lo necesario por el bien de España.


Vale, la BBC dice que el mundo teme que España se vuelva ingobernable; vale, sube algo la prima de riesgo y es posible que el IBEX 35 acuse el período de incertidumbre. Pero a cambio, se ha abierto una oportunidad de oro: nadie puede imponer su voz, y todas se tienen que escuchar. Es el caldo de cultivo perfecto para los políticos de casta (en el buen sentido de la palabra), para la gente con cintura y con sentido de estado. Cambiarán las formas, volverá a merecer la pena escuchar los debates en el Congreso, enterraremos por fín el "y tú más", la eterna gresca entre rojos y azules. Oiremos propuestas argumentadas, críticas constructivas, y las leyes que consigan salir, que serán pocas e importantes, cambiarán España para mucho tiempo, como ocurrió  a finales de los 70. Estamos en vísperas de la segunda transición, y esta también será ejemplar y se estudiará en los libros de historia. Yo, esta navidad, tengo bastante que celebrar.

miércoles, 7 de octubre de 2015

100 apellidos vascos



 
 Tengo más de cien apellidos vascos (si, ya sé que el primero de la foto es Fernández). Y otros tantos entre asturianos, andaluces, castellanos, franceses…


Hoy mi madrina me ha regalado un precioso álbum con varias decenas de fotografías y recuerdos antiguos de mi familia vasca. 


Una labor encomiable de muchos años, que para mí supone un auténtico tesoro, aunque sé bien que muchos de mis primos (somos 34) no mostrarán el más mínimo interés, que cada uno es muy dueño de elegir y cultivar sus aficiones.




Mi madrina y yo compartimos la pasión por la genealogía, que me llevó hace ya cinco años a crear en internet el árbol genealógico de mi familia, que hoy tiene más de 800 personas registradas con nombre, apellidos y fecha de nacimiento, algunas de las cuales, antepasados directos de 12 generaciones, se remontan a la época de Carlos V. 

La página web, si alguno se anima a seguir el ejemplo, es myheritage

 

Mi padre, que en paz descanse, fue, como muchos empresarios de su época, un hombre de orden y de libre empresa, que valoró el empuje que Franco dio a la economía y que, en consecuencia, lloró la muerte del Caudillo y tenía en su despacho privado una bandeja de plata con el testamento político del dictador, ese que empezaba: "Españoles, al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio pido a Dios que me acoja benigno a su presencia…".

 

Mi abuelo, su padre, abrió negocio en Oviedo en el año 32, procedente de Bilbao. También fue un hombre de orden y de libre empresa, buen católico, esposo y padre ejemplar y amigo de sus amigos. Lo que mi padre no sabía, y yo aprendí recientemente, era que, en su juventud, mi abuelo había militado en las juventudes del PNV, llegando a presidir el "Batzoki" (para entendernos, la "casa del pueblo" del PNV) del barrio de Begoña en Bilbao. Ni que su abuelo materno, empresario textil del mítico barrio de Artecalle, en "las 7 calles", núcleo histórico de Bilbao,fue amigo personal de Sabino Arana y estuvo presente en la cena en el Caserío de Larrazábal el 3 de junio 1893, donde Arana pronunció el discurso fundacional del nacionalismo vasco, aunque luego dejara morir esa amistad porque no compartía sus tesis extremas y racistas.

Mi mujer es hija de un publicista granadino criado en el protectorado español de Marruecos, el de "El tiempo entre costuras", donde su padre, el abuelo de mi mujer, ejercía de militar. El publicista casó con una asturiana, hija de un maestro de Grado, un buen paisano que por circunstancias de la vida hizo la guerra civil primero en un bando y luego en el otro, impidiendo tanto que los "rojos" violaran a monjas como que los "nacionales" soltaran unas bombas en un pueblo por no volver con ellas en el avión. Su hermana militó en el Partido Comunista y actuó un tiempo de secretaria de Dolores Ibarruri, la "Pasionaria"; como consecuencia, pasó media vida metida en un "zulo" escondida por la familia, porque Franco había puesto precio a su cabeza.

Recuerdo a mis mayores contar que mi tía-bisabuela, que nos precedió a mi madrina y a mí en el "vicio" de la genealogía, había investigado la rama de su apellido remontándose hasta el siglo XVII, un trabajo meritorio en una época en que no existía internet y había que consultar los archivos parroquiales. Según cuenta la leyenda (falsa, por otra parte, con arreglo a los indicios disponibles), se detuvo cuando encontró entre sus ancestros a un pirata que había sido colgado en la plaza pública. "Lo siguiente va a ser el hijo de un cura", se temía la devota mujer.

Cualquiera que investigue la historia de su familia puede encontrar historias parecidas. Las nuevas generaciones, que se han criado en democracia y no saben lo que es la guerra, el anatema ni el odio ideológico institucionalizado, encontrarán estas "anécdotas" curiosas. Pero son historia, "son periódicos" para muchos que aún viven. Son nuestras raíces y, para bien o para mal, han determinado quienes somos. Y conocerlas nos calienta el corazón, nos vincula con nuestra herencia y nos prepara para lo que pueda venir.

viernes, 25 de septiembre de 2015

¿Qué ha sido del "seny" catalán?


Cataluña es una tierra que ha destacado siempre por su sentido práctico, reconocido universalmente por la palabra catalana que lo designa, el "seny" y que, desde la envidia, ha dado origen al mito de que los catalanes son agarrados. Lo cierto es que, sin tener el beneficio de la capitalidad, como Madrid, ni el de un concierto fiscal favorable, como el país vasco, desde el siglo XIX los catalanes han sabido mantenerse como una de las economías regionales más pujantes y modernas, si no la más, de esta piel de toro, con una élite intelectual, empresarial y deportiva de primer nivel.

Y entonces llegó el nacionalismo.

Llegó el nacionalismo y empezó a apropiarse de esa riqueza. Con innegable sentido práctico, la CiU de Jordi Pujol se apropió de la herencia y el sentimiento nacionalistas que, en ambiente festivo, había recuperado Jordi Tarradellas. Jordi Pujol se convirtió en la encarnación de la nación catalana, como lo habían sido Kennedy en Estados Unidos (America, como ellos dicen con pomposa sinecdoque), Ataturk en Turquía o más bien como Stalin en Rusia o como Franco en España, porque, salvando las distancias ideológicas, el plan de Pujol, como el de cualquier nacionalista, era conservar el gobierno a largo plazo. 

Se trata de uno de los casos más claros de patrimonialización de una idea. Pujol distinguió desde el principio dos territorios y dos mensajes: en Cataluña se dedicó con ahínco a exaltar el sentimiento nacionalista, a asegurarse una devoción emocional del pueblo catalán sin fisuras ni discusiones, fundamentada en un discurso que apelaba, no a la gestión de la cosa pública, sino al famoso "hecho diferencial". En Madrid, mientras tanto, cultivaba su imagen de político moderado y conciliador. De alguna manera convenció a los gobiernos de González y de Aznar de que él era la garantía de estabilidad en Cataluña, que era quien frenaba el independentismo y la radicalidad.

Este doble lenguaje, que es en lo fundamental el mismo que usaba Arzalluz en el país vasco, es típico del nacionalismo, y dio sus frutos. En casa todo el mundo le entendía: como partimos de la premisa fundamental de que Cataluña ya es una nación, con todos sus atributos, el "hecho diferencial" no consiste en que nos reconozcan algo que es un hecho, sino que debe ir más allá. Deben tratarnos de manera distinta al resto de España. En Madrid, el "hecho diferencial" consistía en que se reconociera que Cataluña es una nación distinta del resto de España, cosa que ni mucho menos se asumía como un axioma, porque, según nuestra Constitución, España es única y plural, basada en la igualdad de todos los españoles ante la ley, y la solidaridad interregional es un principio fundamental de nuestra construcción democrática. 

Pujol consiguió que, mediante el reparto de circunscripciones, el voto de un catalán valiera lo mismo que el de siete castellanos en el parlamento de Madrid. Del parlamento catalán ni se hablaba; era suyo por derecho divino. Vendió sus escaños alternativamente a PSOE y a PP para asegurarles gobiernos estables mediante pactos de legislatura, a cambio de dos condiciones: el reconocimiento del "hecho diferencial" catalán, y que le dejaran gobernar en Cataluña cada vez con más competencias y cada vez con menos "intromisiones". La parte "crematística", las competencias y el dinero, se obtenían agitando el fantasma de los fanáticos de "Terra Lliure" y poniendo cara de "padre de la Constitución" para vender caros los escaños de CiU al gobierno de turno.

Y en Madrid tragaban, porque veían a Pujol como un estatista, un padre de la patria, moderado y demócrata, que se codeaba de igual a igual con el resto de los "padres de la Constitución".


Pero Pujol tenía una agenda oculta. En las escuelas, en las televisiones, en la administración, en las organizaciones sociales, se iba aplicando, de manera silenciosa pero sistemática, un modelo que no dudo en calificar de fascista: Inmersión lingüística y adoctrinamiento ideológico. El discurso, victimista en esencia, porque es el que más adhesión emocional concita, es de sobra conocido: Nosotros, los catalanes, somos los buenos de la película. Los demás están ahí para hacernos la vida imposible, para negar nuestro "hecho diferencial" y obligarnos a ser como ellos. Pero no nos vamos a dejar: tenemos la obligación moral de ser catalanes contra el resto del mundo. Si nos ayudan, ¡qué menos!, es de justicia que nos reconozcan lo nuestro; si se niegan a darnos lo que les pedimos, están enseñando su verdadera cara de opresores, y dándonos con ello la razón. 

Cualquier negociación está viciada de raíz: el nacionalismo es insaciable por esencia, porque no busca que se subsane una injusticia, ni sus metas son cuantificables. Es una actitud, un estado mental; o, más que mental, es un sentimiento, un estado emocional que se construye para sí mismo una fundamentación racional (necesariamente falseada, por otra parte) para instalarse de forma permanente en el centro de toma de decisiones de la persona, impidiendo cualquier cuestionamiento, anulando la capacidad de discernir. Todo lo que no favorezca a la causa es intrínsecamente perverso y no merece ser tomado en consideración.

A Pujol, como ha quedado demostrado, lo que le interesaba era eso tan catalán de que "la pela es la pela", y por eso hacía callar a cualquiera que planteara abiertamente la posibilidad de la independencia. Pujol sabía que era más rentable la táctica posibilista del doble lenguaje. Pero después de Pujol, el nacionalismo recibió un gran regalo: En Madrid había un presidente buenista, que ya ni siquiera iba a exigir contrapartidas por el apoyo del taifa catalán, sino que se ponía en su lugar, aceptaba sus premisas del "hecho diferencial" y el nuevo hallazgo, esa perla del doble lenguaje que es el "derecho a decidir" y estaba dispuesto a firmar "cualquier cosa que viniera del parlamento catalán", porque creía que todo el mundo es bueno, y que el pueblo es soberano, y además no sabía distinguir entre pueblo como conjunto de indivíduos y pueblo como territorio, aceptando la falacia de que los territorios son sujetos de derechos. Pero lo más grave es que no veía, no quería ver que el pueblo catalán llevaba ya muchos años sometido a una implacable nazificación.

El delfín, Artur Más, que no tiene ni de lejos la talla política de Pujol, se ha criado a los pechos del independentismo y ha compensado su mediocridad como gestor de la cosa pública mediante el fácil recurso de excitar el sentimiento de odio y victimismo en el que su predecesor había educado a toda una generación de catalanes. Envolviéndose en la bandera, ya no hace falta gobernar, sino intentar pasar a la historia como aquel que convirtió el "derecho a decidir" en la independencia de Cataluña. En el peor de los casos, obligaremos a Madrid a reforzar el "hecho diferencial", es decir, a tragarse la píldora de que es justo tratar a los catalanes con una vara de  medir distinta a la que se aplica al resto de los españoles, bajo la amenaza de la secesión.


Y de aquellos polvos, estos lodos. El niño malcriado al que, en lugar de castigarle cara a la pared cuando decía tonterías y enseñarle a decir la verdad, se trató con condescendencia dándole juguetes sin supervisión, se nos ha convertido en un adolescente intratable que cree que el mundo está ahí para servirle, y ha desarrollado tics de dictador. Puede que aún estemos a tiempo de educarle, pero depende fundamentalmente de si los propios catalanes recuperan el "seny". Si lo hacen el domingo próximo, se ahorrarán muchos disgustos.